El debate sobre la unidad en la izquierda a veces se ha planteado en una lógica que enfrenta por un lado la situación real frente a una situación idílica que jamás ha ocurrido en la historia. Se presupone un ejército de Pancho Villa que sería deseable que caminara hacia la consolidación de un Ejército Rojo, fuerte y estructurado, como si las estructuras de la izquierda fueran ajenas a los procesos sociales. Ni siquiera en el momento en que por primera vez en la historia se consolidaba la primera gran victoria de la clase trabajadora que daba lugar al primer estado obrero del mundo, se dio tal unidad en la izquierda. Leyendo las primeras páginas de “Diez días que estremecieron el mundo” uno se percata inmediatamente de que la pluralidad respecto al número organizaciones obreras (independientemente de su influencia) era un claro síntoma del vigor y potencialidad de la clase trabajadora en vísperas de la revolución rusa. La unidad, por tanto, ha de clarificarse y contextualizarse. No existe unidad en el vacío o en el mundo de las ideas platónicas.
En primer lugar, en el contexto histórico actual es necesario delimitar el espacio de una hipotética unidad de la izquierda. Hablando de forma un poco más grosera en los términos, la izquierda, en tanto y en cuanto ha afrontado la contradicción que plantea la defensa de los intereses de la mayoría social viviendo en un sistema cuya lógica es la acumulación de capital de manos de una minoría social, presenta un panorama de división mucho mayor que las fuerzas políticas de la derecha. Tras la ofensiva neoliberal, la división es mayor si cabe. El viejo debate entre Reforma vs. Revolución vuelve con nuevos colores y nuevas contradicciones, planteando que la primera gran división dentro de la izquierda se da en cuestiones clave que tienen que ver con aceptar o no la gestión del sistema para unos o su co-gestión con el social liberalismo para otros. Vemos por tanto, que la unidad en la izquierda no es un concepto vacío sino que es algo lleno de contenido político, el mismo que delimita hoy día los proyectos del Partido Socialista Obrero Español y de Izquierda Unida respecto del resto de fuerzas que se sitúan a la izquierda de los mismos.
En segundo lugar, hay que hablar de a qué nos referimos con aquello de unidad. ¿Un único partido? ¿Luchas unitarias? ¿Candidatura electoral única? De nuevo, el debate no se puede plantear como una cuestión de principios, porque el contexto pesa más que las ideas. La izquierda política no es un quiste aislado del entorno, sino que nace, vive y muere en él. ¿Cómo generar unidad ante un panorama de derrota general de la clase trabajadora? ¿A qué unidad podemos aludir cuando no se generan los necesarios marcos unitarios por la base entre las distintas fuerzas de la izquierda transformadora? ¿A qué victoria hacemos referencia como efecto fundador de un nuevo proceso constituyente? El nuevo sujeto político en Francia (NPA) no fue un decreto de su predecesor, la LCR. El proceso de construcción del NPA sólo puede entenderse desde las dinámicas de lucha originadas en los comités del NO a la Constitución Europea, que lograron una batalla unitaria seguida de la primera gran victoria de lo que podríamos llamar como la izquierda anti-neoliberal. La dinámica de lucha de las clases populares generada desde entonces, con contundentes victorias como la del CPE, hace que el contexto sociopolítico al otro lado de los Pirineos no tenga nada que ver con el que aquí vivimos. Después llegó el tema de la delimitación en los términos en los que he mencionada más arriba. Por lo tanto, no cabe decretar desde arriba la unidad de la izquierda transformadora -véase el caso de las tres candidaturas de la izquierda revolucionaria en el estado español (IA, II y PCPE) a las elecciones europeas, amén de otras gentes- si antes no se han generado procesos de lucha amplios qua hayan sido capaces, no sólo de limar las asperezas en el día a día y dotarnos de un programa mínimo común, sino de reforzar la propia confianza entre las clases populares con una victoria que golpee de lleno en la psique de las y los de abajo.
Por lo tanto, la unidad de la izquierda no es un valor en sí, sino más bien algo que tiene un fuerte contenido político que hay que delimitar. No sólo hay un debate que señala el punto caliente del contenido (la cogestión del sistema), sino también del continente (partido, unidad en la lucha, candidatura, etc). Ambas cuestiones son inseparables del contexto sociopolítico. En cierta medida, evitando consideraciones deterministas, la fragmentación de la izquierda transformadora y, lo que es más, su escasa capacidad de intervención en la política general no son sino reflejo del estado de fragmentación y derrota general de la clase trabajadora, en tanto y en cuanto las organizaciones obreras son expresiones de ésta.
Somos muchos los y las que apostamos por la unidad de la izquierda radical en las luchas, pero a falta de dinámicas más amplias y victorias concretas, ésta unidad tiene los claros límites que refleja la correlación actual de fuerzas entre capital y trabajo. En nuestras manos está subvertir esta situación, cambiar la correlación de fuerzas y situarnos en un panorama más favorable en el que uno más uno no sea igual a cero.
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